Fue en 1995 cuando tuve la oportunidad de conocerlo personalmente. Me recogió en el aeropuerto, me llevó a su casa, en Cuenca, España y compartimos una tarde inolvidable. Lo que más me impresionó fue su humildad y su pasión por la música, me contó historias sobre su carrera, me mostró sus composiciones y me habló sobre su proceso creativo.
Conocí, de primera mano, su lado más íntimo, su faceta familiar. Un hombre de hogar, un soñador que visualizaba un mundo mejor, con más amor entre seres humanos y más amable para convivir.
Pero lo que más me sorprendió fue cuando, posterior a nuestro encuentro, compuso una canción especialmente para mí. Se titulaba ‘Sueño, un país’ y se convirtió en uno de los temas más emblemáticos de mi segundo álbum. Me impresionó cómo había logrado capturar mi esencia y mi mensaje en una canción que sigue siendo una de mis favoritas.
“Sueño que al despertar encontraré, una calle con gente caminando en paz, unos niños jugando como niños”, así arrancaba la primera estrofa de aquel magistral himno dedicado a mi Colombia del alma, esa Colombia que él amaba y sigue amando con pasión.
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Canciones que son himnos como por ejemplo ‘Y como es él’, ‘Qué pasará mañana’ y ‘Cuando vuelvas ” entre otras muchas.
Pero más allá de su talento y su éxito, lo que más me admira de José Luis Perales es su pasión por la música y su compromiso con su arte. Es un hombre con ganas de decir cosas en sus canciones. Románticas y de contenido más social y profundo.
El maestro Perales es un hombre que ha dedicado su vida a la creación y a la difusión de la música, y su legado es un tesoro para la cultura latina.
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En esta columna, quiero rendir homenaje a José Luis Perales, un maestro de la canción que ha dejado una huella imborrable en la música latina. Su trayectoria, su talento y su pasión son una inspiración para todos los que amamos la música.
Por: Marcelo Cezán