El mundo es para los extrovertidos y, como todo se pega, los que están a su lado también recogen beneficios: relájate, déjate conducir por ellos y disfrutarás de las mieles del éxito. Es lo que reza el mantra predominante. Un error.
Según la escritora estadounidense Susan Cain, que se ha hecho famosa por los libros en los que reivindica el poder de los introvertidos, debemos afrontar un problema cultural que impide apreciar el valor de la introversión. Cain afirma en su obra que el mundo occidental favorece a las personas que tienen el carácter expansivo de los extrovertidos, y aparta a aquellos cuya forma de pensar pasa más desapercibida. La psicóloga Laura Moreno justifica así la exclusión: “Damos mucha importancia a nuestra vida social, parece que cuanta más rica sea, más atractivos pareceremos al resto”.
Las connotaciones se notan hasta en el Diccionario de la Real Academia Española, que asocia la extraversión con “la facilidad para las relaciones sociales” y con “su carácter abierto” mientras la introversión queda asociada a la “dificultad para las relaciones sociales” y el “carácter reservado”. La introversión parece así negativa, pero lo cierto es que la actitud de los introvertidos suele ser malinterpretada. “Es importante dejar claro que no es sinónimo de antisocial ni de persona con déficit en habilidades sociales”, subraya Moreno. La mirada al interior de la introspección, no debe confundirse con timidez, y que pasen más tiempo a solas no quiere decir que no disfruten de las relaciones sociales, que pueden ser menores en número pero no en calidad. De hecho, pueden ayudar a los demás a tener relaciones más profundas.
Cualquiera diría que los introvertidos y los extrovertidos viven en mundos aparte, y hay algo de verdad en ello. Entre ambos hay un obstáculo importante, el de que tendemos a relacionarnos con personas que tienen un carácter parecido al nuestro. “Suele suceder que las personas introvertidas se sienten bien con otras parecidas, puesto que no necesitan ser amigos de todo el mundo ni tener redes sociales de miles de personas”, dice el psicólogo Fernando Villadangos. Por eso las personas más extrovertidas están perdiéndose una larga lista de beneficios de codearse con las introvertidas.
Normalmente saben escuchar y eso te hace sentir bien, ayuda a la empatía y a la colaboración“. Asimismo, “en general las personas introvertidas son más tranquilas ante la vida, más perceptivas a nivel profundo y suelen caer bien a los demás”, sostiene el psicólogo.
Mientras que su colega Laura Moreno añade que “relacionarse con los demás desde la tranquilidad y la calma permite conocer a la gente de una forma mucho más pausada y real. Sus relaciones personales van a ser más positivas porque solo establecen vínculos con unos pocos, pero son de mucha calidad”.
En: ElPaís.com / BuenaVida