“Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”
Este refrán da manga ancha para comer opíparamente en el buffet de cualquier hotel (y ya tiene guasa en un país donde se suele salir de casa con un café bebido y poco más) y, sin embargo, no está refrendado por ninguna teoría científica.
El nutricionista Daniel Ursúa ya lo desmontó en BuenaVida: “Desde hace tiempo se nos ha inculcado desayunar. Como su nombre indica, es la ingesta que rompe el ayuno. Después de haber estado horas sin comer por el sueño, nuestro cuerpo necesita energía. Es de sentido común, pero no hay ninguna evidencia de que sea así. Esta comida es igual de importante que cualquier otra, y es igual de relevante elegir bien los alimentos en el desayuno, merienda o cena. Incluso, si nos despertamos sin hambre es preferible no desayunar a optar por productos inadecuados solo por cubrir el expediente”.
“Come, niño, y crecerás; bebe, viejo, y vivirás”
Una nutrición equilibrada en los churumbeles da adultos de provecho. Esto nadie lo discute. Pero que el alcohol sirva para llegar a los cien años no es del todo así. La copa de vino al día no es beneficiosa y tampoco sirve para todos.
Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina preventiva y Salud Pública en la Universidad de Navarra, lo deja claro: “En principio, se trata de personas que comen bastante bien y están sanas. Casi nunca consumen destilados, ni se emborrachan, ni toman mucho alcohol al día, sino solo en las comidas”. Los aparentes beneficios de esta costumbre se deben a los polifenoles (que tienen propiedades antiinflamatorias) que aporta el vino. Pero esta sustancia la podemos obtener de muchos otros alimentos más saludables. La ciencia ya lo ha dejado claro: el alcohol, cuanto menos, mejor.
“Pan y vino, se anda el camino”
Nada que objetar al pan: rico en hidratos de carbono que se transformarán en glucógeno, el combustible por excelencia para el organismo. Un panecillo aporta unas 80 calorías, vitaminas del grupo B y 8 gramos de fibra por cada 100 gramos de pan, siempre que sea integral. Según la composición, aportará más o menos sal, que aunque debamos mantener su ingesta controlada (5 gramos diarios, según la Organización Mundial de la Salud), puede ayudarnos cuando hacemos deporte con mucho calor: “La hiponatremia es un gran problema en deportes de resistencia. Surge cuando el sodio en sangre desciende por debajo de 135 mmol/litro en sangre y los síntomas son dolor cabeza, nauseas, confusión, malestar, hasta edema pulmonar, edema cerebral, coma y muerte”, sentencia la nutricionista Belén Rodríguez Doñate, dietista-nutricionista y directora de la empresa de entrenamiento y asesoramiento nutricional para deportistas Tu Gestor de Salud.
Lo del vino, en cambio, no hay por dónde cogerlo. “El alcohol acelera la deshidratación”, explica Andrea de Sanus Vitae. El American College of Sports Medicine recuerda que además las bebidas etílicas interfieren en la actividad del sistema nervioso central comprometiendo las capacidades motoras, la coordinación, el equilibrio y la toma de decisiones.
“Comer ajo y beber vino no es desatino”
Hay que ver lo que disfruta el refranero patrio con el zumo de la uva. Y ya hemos visto que su consumo debe ser más que moderado. En cuanto al ajo, esa joya culinaria hispana que tan poco agradaba a Victoria Beckham, es un tesoro rico en componentes azufrados, vitaminas del grupo B, magnesio y zinc. Diversos estudios le atribuyen propiedades de prevención de enfermedades cardiovasculares (normalización de la tensión arterial, reducción de triglicéridos en sangre y hasta una reducción del riesgo de arterioesclerosis), así como cierta acción bacteriana debido a la alicina. Por haber, hay hasta investigaciones que sostienen que los varones que comen ajo destilan un olor corporal irresistible para las féminas.
Tampoco son todo ventajas: el aliento a ajo además de espantar a los vampiros, suele dar repelús a buena parte de los mortales. Monica Belucci o Silvio Berlusconi ya lo han desterrado de su dieta para que no les cante el pozo. Si vas a trabajar en distancias cortar, modera el ajo.
“Comer se ha de hacer en silencio, como los frailes en sus conventos”
Ni ascetismo nutricional ni algarabía a carrillos llenos. Juana Mª González Prada, dietista-nutricionista y directora técnica de Alimmenta, advierte que “comer en silencio e, incluso, en soledad, no significa que nos concentremos en el sabor, olor o textura de la comida. Más bien nos abstraemos en los acontecimientos del día, obligaciones, planes o preocupaciones, sin desconectar de la rutina diaria”.
Tampoco es que por almorzar de cháchara se vaya a comer menos, pero “comemos más despacio”, apunta. Aunque aclara: “La cantidad depende de la ración y no tanto de la velocidad a la que comemos”.
En lo que sí da la razón a los ascetas silenciosos es que el proceso de masticar gana mucho. “El proceso de hablar pone en juego el aire ventilado para producir sonido y esto interfiere con la deglución. Es más adecuado hablar con la boca vacía y comer cuando no hablemos”. Pero reconoce que el placer de compartir mesa, mantel y charla también es bueno. “Un entorno amable nos hará disfrutar más de nuestra comida”.
“Encima de la leche nada eches”
Según esta regla, todos los que asaltan el buffet del desayuno del hotel y mezclan fruta con el cortado deberían estar muertos, moribundos o diezmados. Y no es para tanto. La dietista-nutricionista de Alimmenta desmonta ese ancestral mito: “Esa mala fama se apoya en la idea de que la leche se corta en el estómago o que la fruta corta la leche. Ninguna de estas dos afirmaciones se sostiene a nivel fisiológico: el pH del estómago es ácido, más ácido que el vinagre, y se mantiene acido aún lleno de alimento. Ahora bien, la tercera parte de la población tiene cierto nivel de intolerancia a la leche. La sintomatología es hinchazón, acidez o pesadez. Este hecho puede apoyar la afirmación que cuando tomes leche, no lo mezcles con nada más porque peor te sentará”.
“La naranja en la mañana es oro, en la tarde plata y en la noche mata”
¿De verdad es tan malo tomar fruta en la cena? González es contundente: es otro mito. Aunque cuidado si se sufre de reflujo, gastritis o hernia de hiato, alerta esta experta, pues puede aumentar los síntomas.
¿Vas a acostarse nada más cenar? Tal vez el alto contenido en fibra de la naranja alargue un poco la digestión, pero es una naranja, no un carnero entero. No culpes a este cítrico de tus pesadillas. “Si no hay contraindicaciones, la fruta de postre es perfecta. Ayuda a saciar y aporta la fibra, antioxidantes y vitaminas para asegurar una correcta salud. Incluso en la cena”.
“Naranja agria en ayunas, salud segura”
Existe una perversa relación entre tomar alimentos poco gratos al paladar nada más levantarnos y la creencia de que nos hacen mucho bien. Y ni la naranja agria ni el mítico zumo de limón a palo seco son tan milagrosos como el mal trago podría augurar. “No está demostrado que el zumo de limón tenga propiedades adelgazantes intrínsecas, y su contenido en fibra no es mayor que el de otras muchas frutas u hortalizas. Quizá su eficacia para perder peso venga condicionada por la sustitución de la toma de un desayuno estándar por el zumo de limón, que tiene un bajo aporte calórico”, explico a BuenaVida Francisco José García Fernández, especialista de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) en el Hospital Universitario Virgen del Rocío (Sevilla).
“Leche y miel, hacen al niño doncel”
Aceptada la leche, por aquello de las proteínas y el calcio, tan necesarios para el crecimiento, aunque no son las únicas fuentes de esos nutrientes. En cuanto al néctar de las abejas, con matices. Bien es cierto que los niños son auténticas trituradoras de energía (en relación con su peso) y la miel aporta muchos azúcares, a razón de 320 kcal/ 100 gramos. Pero si buscamos que el chaval crezca a lo alto y no a lo ancho, la miel debe ser poco menos que anecdótica en su dieta.
¿Le inmunizará contra los gérmenes culpables del resfriado en cuanto entre en edad escolar? Pues no: moqueará igual, aunque tal vez tosa menos. “La miel no tiene un efecto descongestivo en las vías respiratorias. Sí es cierto que en tos seca de carácter irritativo disminuye el reflejo de la tos, aunque el mecanismo por el cual afecta a este reflejo no es bien conocido”, asegura María del Carmen Seijo, miembro del Departamento de Biología Vegetal en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Vigo.
En: BuenaVida / Elpais.com