El sociólogo Mark Granovetter maneja un concepto muy descriptivo para comprender el papel de los amigos y conocidos. Él los llama amistades activas y pasivas, o relaciones de bajo riesgo. La importancia de cultivar las amistades íntimas es indudable; como una planta, son relaciones que pueden morir por el simple hecho de no regarlas, abonarlas ni trasplantarlas a tiempo. Pero también es importante no menospreciar las amistades pasivas; según un estudio de la Universidad de Columbia, cuantos más lazos “débiles” crea una persona, más feliz se siente.
Las amistades activas son las personas con las que compartes valores y con las que tienes una conexión más profunda. Es la familia que eliges. Un amigo viene cuando le llamas, los demás cuando pueden. Te muestra un apoyo y cariño incondicionales, por ser quién eres y no por lo que haces”, dice. Son esas personas en las que de verdad podemos confiar, y las protagonistas de las relaciones que más debemos esforzarnos para que florezcan.
Por el contrario, según Rizaldos, con los amigos pasivos “solo es necesario prestar pequeños momentos y gestos de atención para mantener y cuidar una relación”. Algo tan sencillo como dar los buenos días, preguntar por el fin de semana o desear un feliz cumpleaños a ese compañero del trabajo que nos ha sacado de más de un apuro. Básicamente se trata de unir simpatía con empatía.