Se acerca el mediodía, a veces ni siquiera has comido, y el intenso e inevitable sopor comienza a cerrarte los ojos. Los párpados te pesan, apenas puedes leer la pantalla del ordenador y, si pudieras medirlo, sabrías que tu ritmo cardiaco se ralentiza.
Es lo que se llama ‘ganas de siesta’, una sensación que habitualmente se apodera de nosotros tras la comida y que puede hacernos sentir terriblemente culpables… ¿Quién va a dormirse un ratito con todo lo que hay que hacer y trabajar después de comer? Pero no deberíamos sentirnos así, los beneficios de la siesta son incontables y, entre ellos, figura el de aumentar el rendimiento por la tarde.
El cuerpo humano es sabio y no pide dormir por capricho. Al menos, eso dicen los científicos. Según un estudio de la Universidad de Adelaida, en Australia, publicado en 2010, las siestas pueden mejorar el rendimiento cognitivo.
Una investigación dirigida por el cardiólogo griego Manolis Kallistratos, presentada en el congreso de 2015 de la Sociedad Europea de Cardiología, también describe beneficios para la presión arterial: los investigadores calcularon que las personas que se echan un sueñecito tienen, de media, una tensión un 5% más baja que quienes no la hacen.
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