En una ocasión, un maestro nos pidió llevar a la clase papas y una bolsa y nos pidió que escribiéramos en cada una de las papas el nombre de alguien por quien tuviéramos algún resentimiento para después ponerlas en la bolsa y cargarla todos los días. Llegó el momento en el que la bolsa comenzó a pesar y las papas comenzaron a podrirse. Fue ahí cuando entendimos lo que pesa el rencor, lo que pesa no perdonar. El odio le hace mal a uno mismo.
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