La familia estaba sentada a la mesa. La mamá le sirvió al papá un pan muy quemado y el hijo se sorprendió al ver que su papá no dijo nada y se lo comió. Más tarde el hijo le preguntó al papá que si le gustaba el pan quemado, a lo respondió que no, pero que no era el motivo para romper el corazón de su mamá.
¿Cuántas veces le rompemos el corazón a la mamá diciéndole “¿otra vez lo mismo?” “que pereza ese caldo”? Apreciemos lo que los demás hacen por nosotros.
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