“Controla tu peso“. Es la primera “orden” que recibes la primera vez que visitas al ginecólogo después de ver las dos rayitas en la prueba de embarazo. El motivo es que echar muchos kilos al embarazo aumenta el riesgo de padecer diabetes gestacional, preeclampsia, parto por cesárea o prematuro, hipertensión arterial, defectos del tubo neural en el feto (o sea, en el cerebro, la columna vertebral y la médula espinal)… Nos lo han dicho hasta la saciedad, por ello la gran mayoría de las embarazadas sabe que lo de “comer por dos” es una falacia. Muy concienciadas de que hay que cuidarse, y ante el riesgo de llevarse una regañina por parte del especialista en la próxima revisión, aquellas que no pueden vivir sin echar azúcar al café optan por sustituir la sacarosa por edulcorantes no calóricos. Lo hacen incluso por recomendación médica, y puede que sea peor el remedio que la enfermedad.
Actualmente no hay estudios científicos con humanos que aseguren un consumo seguro de estos edulcorantes no calóricos entre las mujeres embarazadas o que están dando de mamar a su bebé, aunque también es cierto que los que se han hecho en animales tampoco pueden confirmar que existe un verdadero peligro. Pero sí suscitan ciertas dudas. El tema levanta cierta controversia e incertidumbre porque, por mucho que los estudios científicos no terminan de ser concluyentes, sí aportan indicios de que el feto es mucho más susceptible que un adulto en la exposición a estas sustancias.
Lo que los roedores revelan de los edulcorantes
Los edulcorantes, como todos los aditivos alimentarios, están sujetos a un estricto control de seguridad, y los productos que llegan a los lineales de los supermercados españoles, autorizados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) y por el Comité de la Unión Europea sobre la Alimentación Humana, pueden consumirse con tranquilidad. Eso siempre que su consumo esté dentro de los niveles adecuados de ingesta diaria admisible. Lo que ocurre es que hay estudios con credibilidad que han cuestionado la seguridad de los endulzantes no calóricos basándose en unas posibles alteraciones de la microbiota en los individuos sanos, y más recientemente se ha puesto el foco en los bebés lactantes y en las embarazadas.
Precisamente un artículo publicado este verano en la revista Frontiers in Microbiology analizó el modo en que la sucralosa y el acesulfamo-k afectan a los recién nacidos. El primero se usa fundamentalmente en refrescos y bebidas dulces, y tiene un potencial edulcorante de 385 a 650 veces mayor que el azúcar, mientras que el segundo se destina a postres, néctares de frutas y salsas dulces, se usa como endulzante de mesa o de productos lácteos y tiene poder endulzante 200 veces mayor que el azúcar de mesa.
En un estudio con roedores, a los que suministraron los dos edulcorantes en dosis equivalentes a la cantidad máxima recomendada, se pudo comprobar, tras analizar su orina, heces y sangre, que la madre transmitía al feto las sustancias endulzantes antes del parto y que los recién nacidos estaban expuestos a ellos a través de la lactancia. Esto, según los investigadores, alteraría el metabolismo de los pequeños roedores, ya que tanto la sucralosa como el acesulfamo-k comprometen la función del hígado y, por lo tanto, el tejido hepático no eliminaría del todos las toxinas transportadas por la sangre.
¿Y si llegasen a la leche materna?
Miguel Ángel Martínez Olmos, miembro del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), confirma que el uso de edulcorantes no calóricos en el embarazo o la lactancia es un tema que suscita ciertas dudas. “Algunas de las alarmas respecto a estos compuestos proceden de la investigación en animales con dosis de edulcorantes extremadamente altas, muy por encima de la ingesta diaria admisible, y, por tanto, no son extrapolables al consumo humano. Por otro lado, la evidencia disponible en este tema es escasa, presenta resultados dispares y el diseño de los estudios no es el más adecuado para establecer relaciones de causalidad. Por ejemplo, la mayoría de los estudios sobre los posibles efectos adversos de los edulcorantes en la salud maternofetal no tienen en cuenta aspectos como la presencia de obesidad o diabetes en la madre, que asocia de por sí a problemas en el embarazo. Y puede ser que, precisamente estas poblaciones, tiendan a un mayor consumo de edulcorantes (para evitar consumir azúcares), por lo tanto habría que realizar estudios que controlasen estos aspectos que pueden generar confusión”, defiende el especialista.
En: BuenaVida / ELPaís.com
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