Nacida en Holanda, Rijnsburger, de 54 años, es la mayor de dos hermanas que se criaron en una casa flotante de Leimuiden, una localidad de 4.000 habitantes a unos 40 minutos en coche al sur de Ámsterdam. Allí estudió primaria y cuando comenzó la secundaria, Miranda y su hermana, tres años menor que ella, tenían que hacer 11 kilómetros en bicicleta para asistir a clase.
El primer día tomé una clase, y al siguiente, me animé y subí a una pista negra. Hacía mal tiempo y la pista estaba helada. Cuando salté sin querer por un pequeño desnivel, me caí. Sentí un dolor horrible en la espalda. Me fracturé una vértebra y también la nariz. Hubo mucha sangre”, cuenta a la revista Miranda. Este accidente paradójicamente la uniría unos años después al que sería su esposo.
Julio Iglesias también tenía 19 años cuando el coche en el que viajaba se salió de la calzada en Majadahonda (Madrid) cuando volvía de una fiesta en 1962. El impacto casi lo deja paralítico y truncó su carrera como portero en el Real Madrid, aunque supuso, en cambio, el comienzo de su trayectoria como artista. 57 años después, el cantante sigue teniendo algunas secuelas, como los problemas de espalda que le han obligado a cantar sentado en muchos conciertos de los últimos años y que han disparado las alarmas por su estado de salud.
Miranda conoció a Julio en un aeropuerto de Yakarta una mañana de diciembre de 1990. La holandesa se encontraba en la capital de Indonesia para trabajar de modelo, una profesión a la que había llegado de casualidad unos meses antes. Ese mismo año había fallecido su padre, un operador de grúas, a causa de un tumor cerebral a los 48 años. Le afectó tanto que decidió tomarse unas semanas de vacaciones de su empresa de captación de personal en Rotterdam y se fue a la isla de Santa Lucía, en el Caribe. Allí un fotógrafo canadiense la convenció para que posase en ropa de baño. Tenía 24 años y aceptó, y desde entonces no cesaron las ofertas.
Cuando volvió a Holanda por Navidad, las llamadas de Julio Iglesias eran constantes. “Me invitó al concierto de Año Nuevo que daba en Las Vegas y, poco a poco, fue surgiendo todo. A mitad de 1991 me instalé en su casa de Indian Creek”, cuenta sobre sus inicios en la vivienda del cantante en Miami. 18 años después, la pareja se casó en Marbella.
Nos encantaría protagonizar campañas para marcas, pero tenemos otras ideas, como desarrollar aplicaciones móviles”, dice Cristina, la más extrovertida de las dos, para Vanity Fair. “Quieren ser emprendedoras”, apunta su madre. Las jóvenes son partidiarias de un sistema educativo libre. Solo fueron al colegio de los 10 a los 14 años, el resto del tiempo estudiaron en casa. No tienen novio y no les gusta salir de fiesta.
Las gemelas Victoria y Cristina han sido las últimas en abandonar el hogar familiar. El mayor, Miguel, de 21 años, el que guarda un mayor parecido con Enrique Iglesias y sale desde hace unos años con la tenista Danielle Obolevitch, trabaja para la división inmobiliaria de Sotheby’s y se mudó hace tiempo de su casa. Rodrigo, de 20, está produciendo su propio disco de música indie y se independizó hace tres años, con solo 17. Con Miranda y Julio ya solo vive en su casa de Miami Guillermo, de 12 años, “un niño con mucho talento para la música que ha aprendido a tocar el piano solo y también la batería”, dice su madre a Vanity Fair.
El matrimonio vive la mayoría del año en su casa de Miami y, en verano, al menos Miranda suele viajar a España con los niños, instalándose en la finca de Ojén. El cantante los acompaña cuando puede. A sus 76 años dedica su tiempo a los conciertos, a recoger premios a su trayectoria, a batallar en los tribunales contra Javier Santos, que reclama ser su hijo.
En: ElPaís.com