Puede ocurrirle a quienes se han mudado de ciudad o de país, o a quienes (por el motivo que sea) no tienen la misma facilidad para rodearse de gente. Se trata de una realidad con la que tenemos que aprender a convivir. Pero una cosa es convivir y otra llegar a ser felices con ella. ¿Es posible conseguir la felicidad estando solo?
Encontrar el bienestar en la soledad no es igual para todos. Depende de factores como la crianza: no es lo mismo una persona que ha crecido en un ambiente en el que, aunque primasen el diálogo y el cariño y también se respetaban y se trabajaban los espacios individuales, que alguien que se ha criado en un contexto de mucha dependencia emocional. O, también, de si la soledad es impuesta o elegida.
Lo primero es quitarnos el peso que conlleva la palabra. “Se nos carga con demasiada ‘feliciología’, dice Manuel Nevado, psicólogo y profesor de la Universidad de Nebrija. Se nos enseña que, si la vida nos da limones, debemos hacer limonada; que la felicidad está en nosotros mismos; y la verdad es que, cuando no lo somos, lo que menos necesitamos es, además, cargar con las culpas. “La felicidad es efímera, no dura toda la vida. Es la suma de pequeños momentos, y pende siempre de un hilo”, explica Nevado. Sin embargo, sí podemos empezar a buscar momentos agradables, y aprender a disfrutarlos y apreciarlos, tanto en compañía como en soledad.
El trabajo empieza en uno mismo
Para alcanzar esos momentos de bienestar en la soledad es fundamental invertir en uno mismo. Hacer cosas que nos sientan bien es necesario para adquirir seguridad y autoestima. Puede ser algo tan sencillo como ver una serie que nos guste o escuchar música, aunque lo ideal, según Cristina Mae Wood, psicóloga de Área Humana, es que no sea algo fácil, sino algo que requiera concentración, pues de esta manera se llega al estado de flow. Este concepto, introducido por Mihály Csikszentmiháyi, hace referencia a “ese momento en el que el tiempo desaparece, no pensamos en el futuro ni en el pasado, sino que conseguimos vivir y disfrutar del presente”. Muchas veces, sin embargo, estamos tan perdidos con nosotros mismos que ni siquiera sabemos nuestras preferencias.
Para conseguirlo, podemos empezar por hacer una lista de cuatro o cinco cosas que nos gusten o descartar las que no. “Si no nos gusta salir de copas hasta tarde, significa que nos gusta un tipo de ocio más tranquilo. Si no nos gusta la gente exagerada, significa que preferimos a las personas discretas”, pone como ejemplo Nevado, que coincide en que lo primero que hay que trabajar es en el proceso de autoconocimiento. Otro truco es preguntarnos qué nos hacía felices antes. “Así, muchas personas acaban dándose cuenta de que les encantaba patinar o tocar el piano o leer, y quizá lleven quince años sin tocar un libro”, cuenta la psicóloga.
En: ElPaís.com / BuenaVida