La mejor manera de que el cambio funcione es convencer a la pareja al principio de la relación. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, es un buen ejemplo de ello. Poco después de empezar su romance con Carrie Symonds, ya había perdido peso y lucía una imagen mucho más cuidada. Johnson dijo adiós a los atracones nocturnos, y ha desterrado sus desayunos a base de restos de la cena anterior. Symonds ha acertado con un buen par de razones que ha usado para convencer a Johnson de aumentar su consumo de verdura: más energía y concentración.
Puede que el secreto del cambio sea cosa de la oxitocina. Una investigación ha revelado que la que se libera durante las demostraciones de cariño debilita las señales de recompensa del cerebro ante la comida. Aunque el estudio se llevó a cabo con una muestra muy modesta, de diez adultos obesos o con sobrepeso, los científicos observaron que quienes recibieron la hormona mostraban menos apetencia por alimentos hipercalóricos que los que solo habían recibido un placebo. Los autores sugieren que el efecto de cualquier dieta de adelgazamiento se podría potenciar en pareja provocando situaciones que estimulen esta hormona: besos, abrazos, caricias o halagos.
Lamentablemente, parece que lo normal es que el cariño engorde. Según una encuesta de la empresa de investigación OnePoll para la compañía estadounidense de control de peso Jenny Craig, las parejas engordan una media de ocho kilos durante el primer año de relación. Sus vidas discurren felizmente cuesta abajo hasta que uno de los dos se da cuenta de que debe deshacerse de los kilos que ha generado el amor, ya sea a los pocos meses de iniciar la relación o años después de haber contraído matrimonio. La banda sonora romántica suele convertirse en un discurso de protesta. ¿Ceder y que cada uno coma a la carta es una respuesta admisible?
Para la jefa del servicio de Nutrición y Medicina estética corporal de Asisa Care, Concepción Vidales, “salvo que en algún miembro de la familia exista una patología, como intolerancias, alergias, trastornos digestivos graves, diabetes u obesidad, es bueno que toda la familia se acoja a un mismo patrón de alimentación variada y equilibrada“. La médico y dietista-nutricionista Ana Bellón tiene la misma opinión: “En una casa todos deberían comer lo mismo. Si hay alguien a quien no le gusta mucho determinada comida se le pondrá menos cantidad, pero nunca se deberían hacer diferentes platos”. Pero cuidado, ser demasiado estricto puede ser contraproducente.
En: ElPaís.com / BuenaVida