¿Castigas con silencios? ¿Te quejas por todo? ¿Buscas excusas continuamente?
Mirar para otro lado, ser amable en lugar de sincero, manifestar nuestro rechazo a base de desplantes y malos modos… son algunas de las estrategias psicológicas que muchas personas emplean para resolver situaciones concretas y puntuales. Cuando se recurre a ellas en momentos aislados, y se llevan a cabo de forma consciente y controlada, pueden entrar dentro de lo normal, de un comportamiento que “suele ser parte de una estrategia de afrontamiento utilizada por personas que se sienten muy atacadas en el escenario de un conflicto”, sostiene Rocío Martín-Serrano, psicóloga en Somos Psicología y Formación. Pero cuando una persona no es verdaderamente consciente de cómo está comportándose, entonces tiene un problema.
“Todos podemos adoptar una conducta pasivo agresiva en determinadas situaciones y circunstancias. La diferencia está en si se trata de conductas esporádicas y conscientes, y por lo tanto modificables, o si, por el contrario, es la norma de un comportamiento”, distingue la experta. Todos tenemos algo de pasivo agresivo en nuestra personalidad -que algunos han clasificado en cuatro tipos-, pero no es fácil reconocer cuándo surge. Y eso que aprender a hacerlo puede evitarle a uno más de un conflicto, tanto porque está haciendo daño a los demás como porque se lo están haciendo a él.
Por ejemplo, diferenciar si un compañero de trabajo está pasando por un momento complicado que le lleva a comportarse de un modo molesto y ofensivo, lo cual solo demanda paciencia y comprensión, o si su forma de actuar es “el pan de cada día”. Es ese caso, podemos hablar sin tapujos de que es una persona pasivo agresiva, una con la que todos nos hemos topado pero que muchos no sabrían definir. Martín-Serrano nos ayuda a aclarar el significado de este término: “El comportamiento pasivo agresivo consiste en mostrar una reacción aparentemente pasiva mediante una agresividad encubierta”, dice.
La cuestión es que este pátina de falsa amabilidad (¡con lo importante que es la auténtica!) dificulta el poder reconocer a las personas pasivo agresivas. Además, “es importante saber que estos individuos presentan una cara cuando dicen algo y otra distinta cuando lo hacen. Asimismo, tienen dificultades para empatizar y ejercen un abuso muy sutil y desgastante. También muestran inflexibilidad y falta de autocrítica, además de presentar dependencia emocional, aunque no lo expresen, ya que son defensores de su libertad y autonomía. Se trata de un perfil muy ambivalente”, detalla la experta.
Balones fuera, victimismo y deseo de agradar
Tanto en el trabajo como en casa, la única manera que tenemos para identificar al pasivo agresivo es a través de la observación de la reacción que tiene esa persona ante una frustración o un cambio. “En el ámbito laboral, por ejemplo, -apunta la experta- una persona pasivo agresiva sería aquella que a pesar de que sabe que debería enviar unos documentos a alguien, no lo hace. Simplemente, da el silencio por respuesta o no se da por enterado”.
¿Y en la intimidad del hogar? ¿Cómo se manifiesta esa agresividad silenciosa con la pareja? Aunque las señales no difieren mucho de las que podemos encontrar en el entorno laboral, Marín-Serrano cree en el ambiente doméstico lo más característico sería el silencio. Es decir, “estas personas no muestran sus rabias o frustraciones, lo que significa que dichas rabias se acumulan generando un resentimiento que les hace manipular de forma muy sutil la realidad intentando convertir a la otra persona en la responsable del conflicto”.
Para completar su descripción, la experta alude a la dificultad para asumir cualquier responsabilidad compartida, así como para cooperar, motivos suficientes para que se alejen de uno, aunque hay muchos más. Además, “presentan un rol muy victimista, donde se eximen de culpa empleando su parte más manipuladora y agresiva, y trasladando la culpa a la otra persona”. En cualquier caso, y en general, según el profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) José Moreno Ortiz, “los principales rasgos de un comportamiento pasivo agresivo son las quejas, las excusas, y una actitud que tiende a depositar la responsabilidad de las cosas sobre el otro“. Y añade: “Suelen ser personas a las que les cuesta decir que no, poner límites, entrar en conflicto o hablar con claridad. La pasivo agresividad es la forma que encuentran de poner algún límite”.
Posicionarse en el no conflicto es una opción íntimamente relacionada con la necesidad que tienen de querer agradar al otro en todo momento. “Saben lo que los demás quieren escuchar y juegan con eso hasta que se cansan. Es entonces cuando se frustran porque se han comprometido con algo que realmente no quieren hacer, y por eso, finalmente muestran su agresividad y su enfado. Esta situación provoca sorpresa y asombro en los otros, que no esperaban la reacción mostrada”, sostiene la coordinadora del departamento de Psicología de la Educación y Psicobiología de la UNIR, Montserrat Amorós.
En: ElPais.com
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