Todos los edificios contienen radón de manera natural, pero en la mayoría está presente en concentraciones bajas, que no suponen un peligro para la salud.
¿Qué hace entonces que algunos edificios sí presenten concentraciones amenazantes de este gas fantasma? Tal y como explican desde el Consejo de Seguridad Nuclear, existen zonas geográficas en las que, debido a su geología, es más probable encontrar edificios con niveles elevados de radón.
Los suelos graníticos, arenosos y gravas favorecen que el gas aflore a la superficie porque son más porosos, mientras que los arcillosos y compactos, menos permeables, dejan que emane una menor concentración de radón.
“Se recomienda llevar a cabo actuaciones de protección a la entrada de radón en viviendas antes de llevar a cabo su construcción, en especial, en aquellos lugares donde el potencial de radón sea más elevado”.
Lo primero que hay que hacer es consultar el mapa del Consejo de Seguridad Nuclear donde podemos ver el nivel de riesgo de nuestra zona (incluso calle). “También podemos pedir información a nuestro ayuntamiento.
Según la directiva 59/2013, las administraciones locales y estatales deben proporcionar esta información a sus ciudadanos”, recomienda José Miguel Rodríguez, director del programa Vive sin Radón y miembro de la Asociación Europea del Radón.