Desde hace varios años se conoce de los beneficios que aporta una buena dieta y una nutrición adecuada en la prevención del desarrollo de enfermedades cardiovasculares, digestivas y endocrinas.
No solo los médicos son conscientes de que la salud entra por la boca; la información dirigida al común de los mortales para cuidar su dieta es de todo menos escasa.
La situación es muy distinta en el campo de la psiquiatría, aunque en los últimos años un creciente número de investigaciones apuntan que la alimentación no solo tiene un papel crucial en nuestra salud física sino también en la mental.
Si uno tiene en cuenta que la depresión es una de las enfermedades que se han relacionado con la calidad nutricional de la dieta, la idea de que la felicidad está en el plato no es tan descabellada.
Se ha demostrado que las emociones y la comida están relacionadas; todos hemos sufrido alguna vez un fuerte empujón a la despensa en momentos de ansiedad, y la terapia para superar los momentos de bajón a base de helado es un clásico en las películas que giran en torno al desamor.
Las evidencias son mucho más esquivas desde una óptica empírica, pero la comunidad científica ha empezado a preguntarse por qué la enfermedad mental no se trata también desde la perspectiva nutricional, y los expertos se han encontrado una paradoja muy interesante.
Las enfermedades psiquiátricas, como la depresión o la esquizofrenia, no son muy diferentes de la diabetes si nos fijamos en los cambios que se producen en el organismo a un nivel molecular.
Las personas con diabetes y con depresión se encuentran en un estado de inflamación sistémica, leve pero crónica, dice el profesor de psiquiatría y psicología médica de la Universidad de Valencia y miembro del comité ejecutivo de la Sociedad Internacional para la Investigación en Psiquiatría Nutricional Vicent Balanzá.
“Asumiendo esto, las intervenciones con dieta y nutrición podrían ser eficaces para corregir la inflamación también en las enfermedades psiquiátricas y, en general, para mejorar el pronóstico de las personas que las sufren. Al fin y al cabo, la división entre cerebro-mente y cuerpo no tiene fundamento científico”, añade el también investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental.
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