Los defensores de la leche cruda aseguran que es mejor por su sabor, además no pierde nutrientes como ocurre durante el tratamiento industrial al que se somete el producto pasteurizado, que “consiste en someter la leche a un tratamiento térmico de 79ºC durante 17 segundos y que inactiva los microorganismos potencialmente peligrosos”, explica Rosario Martín de Santos, catedrática de Nutrición, Bromatología y Tecnología de los Alimentos de la Facultad de Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid.
Apelando al sabor y los beneficios, cuesta entender cuál es el problema de este producto. Pero la ciencia está aquí para explicarlo.
Paso a paso: hervir casi a 80ºC y conservar a menos de 4ºC
La leche recién ordeñada puede ser el transporte perfecto para que bacterias como la campylobacter, E. Coli, Salmonella, Listeria, Yersinia enterocolitica, Staphylococcus aureus, entre otras, pasen del animal a nuestro estómago y nos produzcan una intoxicación alimentaria, según Martín de Santos.
Lo más común y leve es que se manifieste en una gastroenteritis, pero también “puede provocar cuadros de meningitis, septicemia, un fallo hepático fulminante e incluso la muerte”, aclara la experta y añade que hay pruebas científicas de “la vinculación de estos patógenos en alimentos con procesos crónicos como fallos renales, artritis reactivas o problemas neurológicos”.
La única forma de consumir la leche cruda sin ningún riesgo para nuestra salud es sometiéndola en casa a un tratamiento similar al de la pasteurización.
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