Por ejemplo, una amiga le dice a la otra “vieras que mi mamá tiene cáncer”, y la que está escuchando inmediatamente “uy que torta, fíjate vos que sí, que duro, pero todo en manos de Dios”, así reacciona e inmediatamente “yo te quería contar que el otro día, que fui donde la doctora me recomendó que yo ……” y se olvidó, o no presto atención a su amiga, ésta le dijo que su mamá tenía cáncer.
En algunos momentos puede que la distracción, la falta de atención, se deba un poco a que las personas no tienen una amplia tendencia a organizar bien sus conversaciones, menos a hacer una agenda de lo que quieren decir y cómo decirlo, sino que se sientan a hablar y hablan de todo un poco, digamos que esto podría ser comprensible.
Pero cuando otra persona se acerca, te habla, abre su corazón, te cuenta algo que le preocupa, que le aqueja su alma, que le roba la paz, vos tenés que aprender a escuchar con la boca cerrada y los oídos atentos.
Aprender a escuchar, dejar de hablar sólo de lo que nos interesa, es un acto de respeto hacia lo que los demás nos tienen que comunicar. Prestar atención, tiene el efecto positivo, crea cercanía y fortalece los vínculos.
Cuando vos simplemente cerrás tus oídos a lo que las otras personas tienen que decir, te convertís en una persona insensible, insoportable, grosera, y esto en nada ayuda a tus relaciones interpersonales y contribuye fuertemente a que a uno no le den ganas de verte, ni hablarte.
Así que creo que es importante que revisés esta forma de ser, porque de lo contrario posiblemente tus relaciones se vean profundamente afectadas, pues hablar con vos no ayuda en nada.
Dr. Rafael Ramos