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¿Por qué tomar fármacos para detener la fiebre?

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Una teoría defiende que los antitérmicos no son necesarios. Pero, ¿es cierto?

Cuando un niño tiene fiebre, a una mayoría de padres se les enciende la luz de alarma. Muchos recurren al botiquín doméstico para echar mano de los antitérmicos. Otros tantos deciden ir al médico de familia o a urgencias. Sin embargo, en el pasado, la medicina clásica recomendaba que, en tanto que la fiebre puede orientar sobre la evolución de la enfermedad, no debía tratarse durante las primeras 48 horas. Es la teoría de “la fiebre salubre”, que aboga por dejar trabajar al proceso febril para que haga su efecto en el organismo sin ayuda de paracetamol ni ibuprofeno.

La fiebre suele identificarse como un mecanismo del cuerpo contra la infección, por lo que los partidarios de esta teoría sugieren que confiar la evolución de la enfermedad a la fiebre podría mejorar la función inmune, eliminar las bacterias y ayudar a la efectividad de los antibióticos, argumentando que hay poca evidencia de que la fiebre sea dañina por sí misma. Y, aunque se basan en algunos estudios, la interpretación, según los expertos, no es del todo correcta.

La fiebre no cura (y los antitérmicos tampoco)

Los antitérmicos nunca han demostrado acortar el proceso de la enfermedad ni tampoco alargarlo, señalan algunos ensayos clínicos como los realizados en 1997 y 2015, enfocados a una de las peores situaciones en las que se puede producir fiebre, la sepsis —la respuesta inflamatoria del organismo ante una infección grave— en pacientes en cuidados intensivos.

“Un metanálisis de 2017, en el que se estudió a más de 17.000 pacientes en cuidados intensivos con sepsis, observó que los antitérmicos no disminuyen la mortalidad y, en algún caso de pacientes con respiración asistida, parece que la aumentan, concluyendo que el antitérmico no es la solución a la enfermedad, sino solo la forma de resolver un síntoma molesto para que el paciente esté más confortable“, explica Francisco Morales, experto en farmacología clínica

Hay que buscar la causa, el agente externo: los más comunes son los virus y las bacterias, pero también los tóxicos, las condiciones físicas, algunos medicamentos o el cáncer

Pero, matiza el experto, “llama la atención que elijan solo a pacientes con un mínimo de 38,5ºC y tres días de evolución, sin incluir pacientes con menos días y menos temperatura”, que sería el caso de la mayoría de los pacientes que se enfrentan a la disyuntiva de si tomar o no un antitérmico cuando detectan unos grados de más.

La teoría de la fiebre salubre constituye para el pediatra Alberto García Salido, del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, una interpretación errónea sin sentido: “Ante una infección grave con fiebre en la UCI, si fuera cierta la teoría, el paciente no tratado se curaría mejor y antes que el paciente tratado, pero no es así. La fiebre es uno de los elementos que se ponen en marcha para eliminar la infección, en caso de que sea la causa, pero por sí sola no elimina la bacteria”, deben trabajar las defensas.

La razón de esta creencia es que antes de los antibióticos, “una solución era dejar que la fiebre hiciera su efecto, permitiendo que se elevara la temperatura corporal para que las bacterias, que viven bien por debajo de los 37ºC, murieran“, describe Morales.

La respuesta del organismo ante una infección es la inflamación. “La infección es el incendio, en el que la inflamación es el fuego y la fiebre es el humo”, aclara García Salido y continúa: “Tenemos fiebre porque ante la inflamación liberamos en la sangre unas sustancias llamadas citoquinas cuya función es llamar a las defensas, facilitando que estas viajen, lo que provoca la vasodilatación y el aumento de temperatura de la piel, porque la sangre circula más lentamente. También hace que el sistema central pierda un poco el control y aumente la temperatura”.

Ni la fiebre mata a las bacterias ni los antitérmicos curan el problema de raíz: “Mejoran el síntoma, pero no influye de forma decisiva en la evolución de la enfermedad que lo produce, la cual se trata con antibióticos, antivíricos o antídotos [según el diagnóstico]”, continúa Morales. Pero las causas de la fiebre pueden ser múltiples: “Se produce como consecuencia de un agente externo, los llamados pirógenos, de los cuales los más frecuentes son los virus y las bacterias, aunque también los tóxicos, las condiciones físicas, algunos medicamentos o el cáncer”. “Lo más importante”, remata García Salido, “es averiguar la causa del incendio que se produce en nuestro organismo“.

La fiebre no es necesariamente mala

La fiebre se ha convertido en un síntoma de alarma sin razón y fuente de mitos farmacológicos entre los padres que, según Morales, hizo aparecer en los años 80 la llamada “fiebrefobia”. Es decir, la urgencia de los progenitores por llevar a sus hijos al médico en cuanto comienza una fiebre. “Solo en un pequeño porcentaje de casos la fiebre se torna en algo urgente. Hay quien piensa que si es muy alta, puede afectar al sistema nervioso central. Solo es cierto si supera los 42ºC de forma mantenida“.

La fiebre, añade el experto, “es un síntoma que no tiene importancia por sí mismo la mayor parte de las veces. Cuando llaman de la guardería, es bueno recoger al niño en caso de que sea infecciosa para no infectar a los compañeros, pero tener 38,5ºC no es una urgencia para llevarlo al hospital”.

Otro mito es el de las convulsiones: “Hay niños que las sufren con fiebre alta, pero afecta a entre el 1% y el 2%, y muchas veces sucede cuando se baja bruscamente la temperatura con antitérmicos”, señala el farmacólogo. “Es uno de los ejemplos auténticamente absurdos en el manejo de los medicamentos“.

Es comprensible que los padres tengan miedo a este síntoma al desconocer la causa, añade el pediatra García Salido: “La fiebre no es un signo que traduzca enfermedad mortal o maligna, sino que se resuelve con tratamiento sintomático o etiológico. Una cosa es la sospecha, y otra el trabajo de los profesionales sanitarios para saber cuándo la fiebre debe preocuparnos”, indica.

Si no pasa de los 38,5ºC y no hay malestar general, pueden evitarse los fármacos

Cuando la temperatura axilar, tomada con el termómetro automático, se sitúa entre los 37ºC y 37,5ºC se trata de una febrícula, y suele producirse una variación a lo largo del día, con una diferencia de entre 0,5ºC o 0,6ºC entre la mañana y la noche. En ese caso, indica Morales, no hay razón para intervenir con fármacos.

A partir de los 37,5ºC se habla propiamente de fiebre, pero si no hay quebrantamiento general con malestar —sudar copiosamente o tener dolor de cabeza o dolores musculares o articulares—, podría no utilizarse nada, dejando evolucionar la fiebre y ver cómo se resuelve la enfermedad: “Al menos hasta llegar a los 38,5ºC en los adultos y 38ºC en los niños, temperaturas consideradas en Europa como fiebre alta“.

Si se superan y hay malestar general, continúa Morales, “disponemos de fármacos manejables y seguros que alivian, como el paracetamol, y en adultos también la aspirina, la gran olvidada que sigue siendo un analgésico y antipirético útil”.

Pero no solo hay que atender al termómetro. Hay personas que con 39ºC están perfectas y otras que con 37ºC o 38ºC se encuentran realmente mal. “Si el paciente se siente mejor cuando le bajamos la temperatura al administrar un antitérmico, con efecto analgésico para los dolores musculares o articulares que suelen acompañar la fiebre, es mejor tomar antitérmicos. Hay que atender a los síntomas que acompañan a la fiebre”, señala Morales.

Menos abrigo y más hidratación, mejor que los antitérmicos

Al igual que un dolor de cabeza se puede aliviar con un paseo o cambiando de actividad sin necesidad de recurrir al botiquín, se recomienda evitar los fármacos con temperaturas no muy altas y cuando el paciente no tiene el estado general muy afectado.

Cuando la fiebre dura muchos días, hay que buscar su causa y un tratamiento para atajarla, aclaran los expertos. En los casos en los que es un síntoma aislado, “lo más probable es que se deba a una viriasis provocada por un agente físico, como una exposición al calor o a una fuente muy caliente o por ir muy abrigados de forma innecesaria, o porque se trate del inicio de una infección bacteriana”, aclara Morales.

Lo que es fundamental es que el paciente se mantenga hidratado. “La forma del organismo para bajar la temperatura es sudar, por lo que una persona con fiebre muy alta, sobre todo si está bien abrigada, puede deshidratarse. No abrigarse mucho, estar en un ambiente con la temperatura baja e hidratarse son aspectos más importantes que los antitérmicos en los casos en los que se pueden evitar”, resalta este experto en farmacología clínica.

A pesar de esto, no hay que olvidar que los antitérmicos consiguen hacernos sentir mejor. “La corriente anti-térmicos puede convertirse como en la de la leche cruda o la de quienes dicen que como nuestros antepasados no bebían agua potable nosotros tampoco la necesitamos. No hay que llegar a esos extremos. Si hemos alcanzado determinados avances es para vivir más y mejor“, concluye Morales.

Si el niño tiene menos de tres meses, vaya al médico

En el caso de los niños, una pista está en el punto de corte, que se sitúa entre los tres y los 13 meses, según este pediatra: “Cuando tiene menos de tres meses, con un sistema inmunitario inmaduro, puede haber una infección bacteriana sin cursar fiebre, porque su sistema inmunitario no tiene todavía la capacidad de localizar la infección. La sospecha surge del aspecto del niño y lo que digan los padres”, indica el pediatra García Salido.

Entre los tres y 12 meses, “atendemos al estado general, y a partir del año de vida tenemos en cuenta si hay manchas en la piel, si la fiebre dura tres días y si tiene malestar general. Si tiene menos de tres meses, lo mejor es ir cuanto antes al médico, pero a un niño mayor de 13 meses con 39,5ºC que salta en el sofá tras haberle dado ibuprofeno, no hace falta. Incluso cuando el niño con fiebre puede jugar, no pasa nada por darle o no darle antitérmicos. Lo que no vale es que por no medicar, los padres recurran a la homeopatía, todo por no dar antitérmicos”, lamenta García Salido.

En: Buena Vida

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