Ha estado presente en millones de reuniones en todas las latitudes desde hace décadas, e incluso siglos. El whisky corre en bares, botellones, alacenas, hoteles y oficinas de todo el mundo; lidera el sector de destilados con 3.340 millones de litros vendidos en 2017. Sin embargo, ¿cuánto se conoce la historia detrás de lo que bebemos? ¿Quiénes saben cómo nacieron algunas de las etiquetas más reconocibles? Aquí van el origen de seis que (casi) cualquiera ha bebido, o visto, en alguna ocasión.
El reverendo que adoptó a Jasper Newton Daniel también le enseñó a elaborar el whisky. Jasper era un joven inquieto, que se había ido de casa a los 15 años y que tardó poco en fundar una marca con su propio nombre: Jack Daniel´s. Se convertiría en la primera destilería registrada en Estados Unidos. En las etiquetas de su botella se lee 1866. La sede de este whisky sigue en el pueblo donde nació Daniel, Lynchburg (Tennessee), el mismo lugar en el que hoy está prohibido beber. Ironías de la vida.
Era un trabajador nato y, aunque gracias a eso ganó mucho dinero, pagó un precio alto: la vida, literalmente. Un día de 1906 llegó pronto a la oficina, intentó abrir su caja fuerte y, al no conseguirlo porque no recordaba la clave, le dio una patada. Esto provocó una infección en el pie que le causó la muerte en 1911. Mala pata. La marca utilizó este incidente para una campaña publicitaria con la frase: “Moraleja de la historia: nunca vayas al trabajo antes”.
Daniel no tuvo hijos ni se casó. Su sobrino heredó el negocio y lo llevó a la cúspide. Tanto que Frank Sinatra fue enterrado con una botella de este whisky. En 1986 había dejado clara su preferencia por él: “Básicamente, estoy a favor de cualquier cosa que se atraviese por la noche, ya sea una oración, unos tranquilizantes o una botella de Jack Daniel’s [el pasado año, este marca fue la séptima más vendida del mundo, con 116,1 millones de litros vendidos]”.
Nunca bebió, pero consiguió que su whisky fuera el escocés más vendido del mundo. Cuando tenía 14 años su padre murió y la familia decidió vender la granja que tenían para montar una tienda de alimentación. No tardó ni un año en fabricar su propio alcohol. En esa época los comercios no vendían whiskys consistentes, así que comenzó a mezclarlos para ofrecer uno especial, con un sabor distinto. A los 20 años, Johnnie Walker ya era conocido en la zona por tener disponible el producto por encargo. Lo llamó Walker’s Kilmarnock Whiskey.
Cuando John Walker murió en 1857, el negocio pasó a manos de su hijo, Alexander, que fue quien comercializó la primera mezcla comercial: Old Highland Whisky. Fue también él quien convirtió a sus agentes comerciales en capitanes de barco para poder exportar a gusto en cualquier barco y, para estos viajes, decidió hacer cuadrada la botella (lo que implicaba menos roturas) y colocó la etiqueta en diagonal: una inclinación de 24 grados que la hacía diferente al resto.
Casi llegando al siglo XX, en 1889, los dos hijos de Alexander, George y Alexander II, heredaron la compañía y crearon sus dos etiquetas más reconocibles: Johnnie Walker Red Label y Johnnie Walker Black Label. Durante una comida, el ilustrador Tom Browne esbozó, en el reverso de un menú, el famoso logotipo del hombre andante que se conserva hoy. En 1920 ya estaba en 120 países; en 1934, el Jorge V del Reino Unido les concedió una Garantía Real para abastecer de whisky a la Casa Real. Hoy mantienen esa garantía, el dandi andante es conocido en todo el mundo y “sigue caminando”.
Aunque nació en la canadiense región de las Mil Islas, en 1850, James Buchanan apenas tenía un año cuando viajó, junto a sus padres, dos inmigrantes escoceses, a su tierra de origen; poco después, Alexander Buchanan, su esposa Catherine y el pequeño James se mudaron a Irlanda del Norte. Allí creció y, con 14 años, ganaba diez libras esterlinas anuales como mensajero, que incluso para aquella época (1863) era una miseria. Empezó en el mundo del whisky como agente de ventas para Charles MacKinleys, pero escaló rápido: cinco años más tarde, en 1884, creó su propia mezcla y fundó lo que es hoy en día Buchanan & Co. Su triunfo fue, incluso, más veloz. Al año siguiente se convirtió en el único proveedor de whisky escocés del cuerpo legislativo del Parlamento Británico, y la Cámara de los Comunes era un grupo de clientes nada despreciables.
Buchanan murió a los 85 años, en 1935. Está enterrado junto a su esposa cerca de Petworth, en Inglaterra. Dejó su herencia a la gente cercana que había trabajado con él, incluyendo pensiones para quienes habían estado a su lado a lo largo de toda su andadura. Probablemente todos, aquel día, brindaran por su alma (y su visión).
Los hermanos Greenlees fundaron Old Parren 1909 en honor a Thomas Parr, uno de los ingleses más longevos, retratado por Rubens y Van Dyck y enterrado en la Abadía de Westminster en 1635 con un epitafio que cuenta cómo su vida se alargó durante diez reinados.
A: Thomas Parr, del Condado de Sallop. Nacido: en el año 1483. Vivió durante el reinado de diez príncipes, a saber: rey Eduardo IV, rey Eduardo V, rey Ricardo III, rey Enrique VII, rey Enrique VIII, rey Eduardo VI, reina María, reina Isabel I, rey Jacobo VI y rey Carlos I; edad 152 años; y fue enterrado aquí, el 15 de noviembre de 1635.
Se dice, aunque nadie nunca pudo certificarlo, que vivió 152 años. Él contó alguna vez que su secreto había sido la abstinencia sexual hasta la vejez y en un poema que John Taylor publicó el mismo año de su muerte, aseguraba que Parr se casó con su primera esposa a los 80 años y tuvieron un hijo y una hija que murieron siendo niños. Cuando cumplió 100 años reconoció haber tenido un hijo ilegítimo con otra mujer; y diez años después de que muriera su esposa se casó, a los 122. Mucha gente, al oír su historia, quiso conocerlo y se convirtió en una especie de fenómeno. Hoy, su retrato puede verse en la Galería Nacional de Retratos de Londres. Y quien conoce su historia, de vez en cuando lo recuerda con un sorbo de Old Parr.
John Dewar caminaba por Perth, un pequeño pueblo de Escocia, y veía a la gente bebiendo coñac y whisky irlandés, pero él quería que tomaran uno escocés. Así que decidió crear uno propio, con su nombre; lo hizo un año después de casarse, en 1845. Tuvo siete hijos de los que tres fueron miembros del parlamento; dos liberales y uno conservador, que era el más pequeño y el que resultó ser un fracaso político. Pero no empresarial. Así que Thomas Dewar se dedicó plenamente al negocio de la familia junto a su hermano John Alexander, que fue el hombre tras las finanzas de la marca. Thomas era carismático, extravagante y representó a la perfección la imagen de este whisky escocés.
El showman de la familia Dewar fue considerado uno de los pioneros de la publicidad internacional, recorrió 26 países en dos años para dar a conocer su marca. Contó sus proezas en un libro publicado en 1894 titulado Un paseo por el mundo; y en las calles de Nueva York grabó uno de los primeros anuncios televisivos de la historia. Bastante peculiar: duraba un minuto y solo aparecían personas disfrazadas bailando.
Otra de sus técnicas de publicidad era lanzar botellas de whisky al mar con un mensaje en el que invitaba, a la persona que lo leyera, a que contestara con su código postal para enviarle una caja del licor. Iba de bar en bar, como cliente, preguntando por Dewar’s; y si no lo tenían mandaba a un vendedor al día siguiente. Y así, poco a poco, y de país en país, triunfó, hasta el punto de ser el whisky más galardonado de la historia y está en el top 30 de ventas (en 2017 ocupó el puesto 28 con 23,4 millones de litros vendidos). No solo lo han aplaudido por su sabor, sino también por la creatividad de sus anuncios.
Alexander Reid era un granjero que cultivaba cebada y también profesor; decidió destilar su whisky en Escocia en 1824. El nombre de su marca, The Macallan, proviene de dos palabras: la gaélica magh, que significa tierra fértil, y de Ellan, en honor a St. Fillan, el monje que difundió el cristianismo durante el siglo XVIII en Escocia.
Reid cosechaba la cebada en primavera y fabricaba el whisky en invierno. Durante el resto del año conservaba su producto en barriles de jerez comprados en Cádiz, tradición que se mantiene hasta nuestros días. “El 90% de las barricas que tenemos son de ahí”, aseguró David Cox, director del grupo de whiskey, a El País Semanal en 2015. Aquel año, un taiwanés pagó 559.000 euros por una botella de seis litros de The Macallan, lo que constituyó un récord Guinness que batió el anterior, de 2012, por la compra de otra de la misma marca en una subasta de Nueva York.