Veamos la historia:
Hace 12 años estoy en una relación, tenemos tres hijos, ambos trabajamos fuera de la casa, yo siento que todo me toca a mí: llego a la casa, tengo que hacer la cena, en las mañanas es un corre-corre con los niños, los fines de semana hay que hacer siempre muchas cosas, siento que mi esposo no me ayuda como yo quiero, la verdad paso muy cansada. Él me ha dicho que por qué no le pedimos a alguien que nos ayude con las tareas en la casa, eso me da cólera porque siento que él no quiere hacer nada, que es muy fácil para el decir contratemos a alguien, pero él sabe que yo soy muy delicada con mis cosas, que difícilmente vamos a encontrar a alguien que haga las cosas como yo, con el amor y la dedicación. A mí me molesta que le pido a él que me ayude o que limpie, yo creo que hace las cosas rapidito como por salir del paso, entonces prefiero hacerlo todo yo, y de mis hijos ni se diga, prefiero que no me ayuden, porque son iguales a mi esposo, hacen todo rapidito y sin ganas.
Cuando leí esta carta me pareció muy bonita para compartirla en el blog. Lo primero que quisiera decir es ¿será realmente como ella lo dice? Sí es así, pues entonces esto es una pareja que se tiene que organizar a la mayor brevedad para que estos sentimientos de cansancio y agotamiento físico no se deriven en una frustración emocional mayor.
Pero me preocupó mucho cuando leí que ella se coloca en la posición de:
Desde estas estructuras de pensamiento es muy difícil poder ayudarle a alguien, porque resulta que el tema no es si se hacen o no las cosas, si se colabora o no, es que pareciera ser que esta amiga tiene un estándar de calidad personal que es inalcanzable, en el tanto es como ella dice, de la forma que ella dice. Esto tiende a crear una posición muy rígida.
Creo que hay que revisar muy bien cuando decimos “nadie me ayuda”. Suele suceder en la vida de una familia que efectivamente las personas tienen anuencia a colaborar y a participar de todo el trabajo del hogar, pero la otra persona descalifica y minimiza los esfuerzos, invalida lo que el otro hace y, desde esta posición, las personas se sienten observadas, criticadas, evaluadas y supervisadas, lo que los lleva a asumir una posición de “no hago nada, no me importa, me da pereza, si ayudo siempre hay un conflicto, si no ayudo es igual”. Entonces, se van asumiendo actitudes pasivas porque es muy cansado en la vida de una pareja sentir que la otra persona quiere que todo sea a su ritmo, a su estilo y a su forma.
A esta amiga quiero decirle que revise muy bien. Si efectivamente no le ayudan, si a las personas que viven con usted, a su esposo, a sus hijos, no les importa colaborar, ¿se ha puesto a pensar que quizá sea usted la que asume todo? Esto causa mucha tensión y frustración en los demás.
Quizá, sea momento de soltar un poco el control, de revisar si todo lo que usted hace tiene que ser así. Hay que tener mucho cuidado con los “tengo que”, con los “debo de”, porque estos a veces nos atrapan en una serie de acciones rígidas, cargadas de tensión y de frustración.
Revise esto, analice muy bien estos procesos, quizá empezar a soltar el limpiar, acomodar, el ordenar, puede ayudarle a ver la vida de otra forma. Todo esto es importante, es una casa, pero también es importante descansar, reírse, hacer un juego de mesa, ver televisión, pasar tiempo con los hijos. No todo tiene que ser perfecto en el hogar, no todo tiene que tener un alto estándar de calidad, soltar puede ser una experiencia liberadora, que la puede poner frente al descanso, bajar el estrés, disminuir el enojo y permitirse más relajación.
Espero que estas líneas te den una orientación. Te invito a dejarle un comentario a esta familia y espero que podás compartir esta información en tus redes sociales. Un fuerte abrazo.
Dr. Rafael Ramos.